martes, 6 de junio de 2017

PRODUCTIVIDAD Y NIVEL DE VIDA

El historiador británico Angus Maddison señalaba que en 1820 Mexico tenía un PIB por habitante mayor que Japón. Sin embargo, algunas décadas más tarde, Mexico se encontraba muy por debajo del país asiático, que había crecido a una tasa anual del 1,9%, en tanto que Mexico no lograba superar el 1,2% anual. La diferencia entre las dos tasas no parece importante, pero a largo plazo tiene notables consecuencias en el nivel de vida de los países.

Hay tres razones básicas por las que el trabajador puede aumentar la producción : disponer de más capital físico (maquinaria y equipamientos), contar con mayor nivel de preparación para realizar la tarea (potencial o capital humano) y aprovechar las ventajas que ofrece el progreso tecnológico.

El nivel de producción varía de unos países a otros no sólo porque acumulan cantidades diferentes de factores productivos, sino también por la eficiencia con que se utilizan y combinan para producir valiéndose del progreso en organización y tecnología, es decir, la productividad, llamada también “productividad total de los factores” (PTF).

En términos de crecimiento, la ecuación sería:

Tasa de crecimiento de la producción = tasa de crecimiento de la productividad + tasa de crecimiento de los factores productivos

Como la producción y los factores son mensurables, reordenamos la ecuación para hallar la productividad debida al progreso tecnológico:

Tasa de crecimiento de la productividad = tasa de crecimiento de la producción – tasa de crecimiento de los factores productivos

Significa que se puede medir la tasa de crecimiento de la productividad, como residuo, a partir de datos conocidos, restando a la tasa de crecimiento de la producción por trabajador las tasas de crecimiento del capital físico y del potencial humano. Es la llamada contabilidad del crecimiento.

Según estudios norteamericanos, en un período amplio, 1948-2008, se estima que la productividad del trabajo per capita creció a una tasa del 2,6% por año. El 46% fue debido al incremento del capital físico y el potencial humano por trabajador, y el restante 54% obedeció al aumento de la productividad (PTF), es decir, al progreso tecnológico.

En el caso de España, en el período 1993-2008, la PTF cayó un -0,6% anual, cuando en la Eurozona aumentó el 0,3%. Las causas podemos centrarlas en la especialización española en servicios intensivos en mano de obra (turismo y comercio), la burbuja de la construcción y la insuficiencia de la inversión en I+D+i.

Durante la reciente crisis, la productividad aparente del trabajo aumentó un 12% en España, frente al 3,6% en Alemania, pero destruyendo mucho empleo en actividades poco productivas. El aumento resulta engañoso porque no supone mejora alguna en los sistemas de producción. La auténtica productividad, la PTF, muy inferior en España respecto a la Eurozona, es la que sitúa el nivel actual de PIB por habitante en España en 24.000 euros, cuando en la Eurozona alcanza lo 31.600 euros.

Por tanto, no cabe duda que las diferencias en las tasas de crecimiento económico, que repercuten en los niveles de vida de los países, se deben fundamentalmente a los desiguales incrementos de productividad. Como escribió Krugman “La productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo. La capacidad de un país para mejorar sus condiciones de vida depende casi enteramente de su habilidad para elevar la producción por trabajador”









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