martes, 15 de noviembre de 2016

CAMBIOS EN EL MERCADO LABORAL

El cambio normativo que introdujo el Gobierno español en el mercado laboral en el año 2012 ha deteriorado las reglas de contratación, las de despido, las condiciones de trabajo y la negociación colectiva. Un síntoma de la inquietud suscitada es el aumento del “presentismo laboral”, un término que utilizan los médicos e investigadores sociales para referirse a las personas que trabajan estando enfermas, para no perder una parte del salario o evitar el riesgo de quedarse sin empleo.

El objetivo de la reforma laboral se ha centrado en provocar la caída de los salarios para mejorar la competitividad, como sustitución de la devaluación monetaria, que no es posible al pertenecer España a la Eurozona. Se ha tratado de abaratar productos y servicios para facilitar las exportaciones, a base de recortar costes, sobre todo laborales.

El planteamiento responde a la perspectiva dominante (economía neoclásica) sobre el mercado laboral, que considera el tiempo de trabajo como una mercancía más, sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda. El modelo concluye que, en un entorno plenamente competitivo, las fuerzas del mercado establecerán un equilibrio de los intereses opuestos de trabajadores asalariados y empleadores, tendiéndose al pleno empleo.

La realidad española es que para la quinta parte de la población activa el trabajo regular y permanente ha dejado de formar parte de sus expectativas y los que tienen empleo temen perderlo.

A nivel europeo, las reformas de los últimos años se han basado en esta idea del funcionamiento del mercado laboral, que ha propiciado el auge de los “minijobs” (jornada parcial) y el trabajo temporal. Ha mejorado el empleo, pero a base de incrementar el trabajo parcial involuntario y hundir en la pobreza a muchos trabajadores.


Observamos que la población activa española (ocupados más los que buscan empleo) ha descendido en las últimos cinco trimestres, lo cual está ayudando a que descienda el paro. La caída del número de activos es debida a la reducción de la población en edad de trabajar, el incremento de jóvenes menores de 25 años que cursan estudios y el aumento de los desanimados, personas que piensan que no van a encontrar empleo.

Tras la crisis de 1929, el economista británico J.M.Keynes, rebatiendo a los neoclásicos, estableció que el nivel de empleo depende fundamentalmente de las expectativas de los empleadores, que no serán buenas a medio plazo ante el descenso de consumo que origina la caída de los salarios, porque las retribuciones de los trabajadores son ingresos con los que se demandan bienes y servicios a las empresas, que pueden acabar vendiendo menos, con lo que acaban necesitando menos trabajadores.

A fin de corregir el paro elevado, Keynes planteó la intervención de los poderes públicos para aplicar políticas económicas coyunturales que incrementen la demanda, tales como las políticas presupuestaria, monetaria y de rentas. Así, una subida del salario mínimo aumentará el poder adquisitivo de los trabajadores, el planteamiento de obras públicas incrementará la inversión y las facilidades de crédito estimularán el consumo de los hogares, así como los proyectos empresariales.

En esta línea de actuación, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, para aumentar la tasa de crecimiento y crear más empleo, planteó recientemente impulsar las inversiones en la Unión Europea, con el objetivo de que lleguen a 630.000 millones de euros de aquí a 2022, según la hoja de ruta expuesta ante el pleno del Parlamento Europeo, durante su discurso del Estado de la Unión.

Por el momento, los datos disponibles sobre el mercado de trabajo ponen de manifiesto que, pese a la recuperación económica, el descenso del paro está siguiendo una estrategia de creación de empleo precario y el desempleo se hace cada vez más crónico y está menos protegido.






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