martes, 24 de noviembre de 2015

LA EXPANSIÓN MONETARIA

La política monetaria de la Eurozona es gestionada por el BCE, que junto con los bancos centrales nacionales, forman el denominado “Sistema Europeo de Bancos Centrales”. La diferencia con otros bancos centrales, tales como la Reserva Federal estadounidense y el Banco de Inglaterra, es que estos dos últimos van más allá de gestionar el tipo de interés y utilizan políticas de estímulo para alcanzar el máximo nivel de empleo.

El objetivo prioritario de la política monetaria del BCE, fijado en sus estatutos, es mantener el poder adquisitivo de la moneda única y, de este modo, la estabilidad de los precios, que se define como un incremento interanual del IPC en torno al 2%. Como objetivo secundario, el BCE apoya las políticas económicas encaminadas a mejorar el nivel de empleo y alcanzar un crecimiento sostenido no inflacionista.

Las ganancias o pérdidas de competitividad entre los miembros de la Eurozona por diferencias en los niveles de inflación están siendo gestionadas con decisiones económicas internas por los países afectados, imponiendo medidas de austeridad, que han afectado sobre todo a las partidas presupuestarias de gasto social.

Las autoridades financieras suelen seguir dos tipos de estrategias para alcanzar el objetivo de la estabilidad de los precios: a) fijar un objetivo monetario, anunciando el banco central una tasa de incremento de la cantidad de dinero y b) establecer la senda deseada para la futura inflación, tomando las medidas correctoras necesarias.

El BCE ha optado por un enfoque intermedio, con elementos de las dos estrategias que hemos indicado, aduciendo que actualmente los datos empíricos disponibles en los países de la Eurozona no son suficientemente fiables, debido a la ruptura estructural que supuso la irrupción de la moneda única en el entramado europeo. 

Para garantizar la estabilidad de los precios se disponen de tres instrumentos de política monetaria: a) las operaciones de mercado abierto, que consisten en la compraventa de bonos, inyectando o detrayendo dinero, para controlar los tipos de interés del mercado; b) las facilidades permanentes, que tienen por objeto gestionar la liquidez, concediendo préstamos a los bancos a un día o aceptando depósitos en los bancos centrales de excedentes de liquidez y c) el mantenimiento obligatorio de reservas mínimas de dinero en las entidades financieras, a fin de estabilizar los tipos de interés del mercado a corto plazo.

El BCE está utilizando el primero de los instrumentos citados, el programa de expansión monetaria, consistente en la compra de activos públicos y privados, a razón de 60.000 millones de euros mensuales, con una proporción de títulos públicos del 80%. Por lo tanto, sigue en la línea de ampliar su balance hasta la cifra prevista de 1,1 billones de euros en septiembre de 2016.

En cifras acumuladas, como observamos en el siguiente gráfico, en los ocho primeros meses del programa, el BCE compró cerca de 400.000 millones de euros de bonos públicos, con un vencimiento en torno a 10 años en el caso de los títulos de España.



Ante el recrudecimiento de la crisis de deuda, que disparó el año pasado las primas de riesgo de países como España e Italia hasta niveles superiores al 6%, el BCE dio un golpe de efecto declarando que “haría todo lo que hiciera falta para salvar al euro”. Las primas de riesgo fueron descendiendo y, tras el programa de compras de deuda pública, la prima española a 10 años ha descendido hasta los 1,1%, ayudada por la mejora del rating soberano otorgado por la agencia S&P.


La semana pasada anunció Draghi que se tomarán medida para subir la inflación, dando un paso adicional en la política expansiva. Parece que no son buenas las perspectivas económicas cuando hasta el presidente del Bundesbank alemán admite que la inflación está lejos de volver a los niveles cercanos al 2% y reclama a su propio Gobierno inversiones en infraestructuras, es decir, una política fiscal más expansiva.

martes, 17 de noviembre de 2015

ESTRUCTURAS DE MERCADO

La política de defensa de la competencia trata de ejercer un papel determinante en el correcto funcionamiento de los mercados. En los últimos años, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) española y la Comisión Europea han adoptado decisiones en relación con infracciones de las leyes en materia de competencia y en el control de fusiones y adquisiciones. El objetivo es que las estructuras respondan al funcionamiento de una economía de libre mercado. 

Cuando existen muchos compradores y vendedores de un producto, sin que ninguno represente una gran proporción del mercado, los vendedores no pueden influir en el precio, pero logran vender toda su producción. Este es un mercado de “competencia perfecta”. Por ejemplo, miles de agricultores producen trigo, que es adquirido por miles de compradores para producir harina y otros productos. Por tanto, se supone que ningún agricultor ni comprador puede influir en el precio. 

En cambio, cuando hay unas pocas empresas que fabrican para cierto mercado influyen sobre los precios de los productos, pero si quieren vender mayor cantidad tienen que reducir los precios. Se dice que funcionan como “competencia imperfecta”.

En este tipo de mercados puede haber un productor único (monopolio) o unas pocas empresas importantes (oligopolio). Cuando se producen economías de escala (disminución del coste unitario al aumentar la producción) a nivel de la empresa, es habitual que se reduzca el número de supervivientes y cada una produzca un bien que se diferencia del fabricado por sus competidores (competencia monopolística).

El monopolio 

El monopolio es un caso extremo de competencia imperfecta. Una única empresa atiende toda la demanda de un producto, controlando el precio y las demás condiciones de venta. Esta situación suele darse cuando una entidad controla en exclusiva un recurso necesario para llevar a cabo la producción. También puede suceder que la empresa tenga la patente o los derechos legales para comercializar el producto.

La posición de poder del monopolista suele perjudicar a los consumidores porque mantiene los precios altos y produce una cantidad inferior a la demanda potencial del mercado. Por ejemplo, en España, la distribución de luz de alto voltaje está en manos de Red Eléctrica de España, de carácter semipúblico.

Para corregir las ineficiencias provocadas por la existencia de los monopolios, los Gobiernos suelen adoptar diferentes medidas, tales como la regulación de precios, promoción de empresas públicas y legislación antimonopolio.

El oligopolio

En el oligopolio, las empresas ofrecen productos con poca diferenciación y se reparten el mercado entre unas pocas entidades. Las inversiones necesarias para competir en el mercado son tan elevadas que resultan accesibles únicamente para grandes corporaciones. Un ejemplo conocido de oligopolio lo constituyen las empresas de telefonía móvil, en el que una media docena se reparten la demanda del mercado.

Para medir si existe o no oligopolio se utiliza el "coeficiente de concentración de las cuatro mayores empresas de un tipo concreto de producto o servicio, calculando la cuota de mercado que representan. Cuanta más elevada es la cuota más evidente es el funcionamiento oligopolístico. 

Las empresas de este tipo de mercado pueden llegar a acuerdos entre ellas, repartiéndose la demanda, para subir los precios y limitar la producción. Cuando el acuerdo es formal se conoce como cártel. Es el conocido caso de la OPEP, que condiciona el precio internacional del petróleo. En algunos sectores se reconoce que hay un líder informal que fija los precios y es seguido por los otros productores.

En España funcionan con estructura de oligopolio unos mercados tan importantes como el energético y el petroquímico. Las consecuencias son que se encarece el nivel de vida para los ciudadanos, aumentan los costes de la energía para otros sectores productivos y las empresas suministradoras aumentan los beneficios a base subir los precios

La competencia monopolística

En la siguiente imagen tenemos marcas muy conocidas de empresas que operan en competencia monopolística, un modelo que está entre la competencia perfecta y el monopolio. 


En este tipo de competencia hay muchos productores y los productos que venden se diferencian entre ellos. Ejemplos cercanos serían la ropa, el calzado y los restaurantes.

La diferenciación consiste en tratar de que el consumidor perciba el producto de la empresa como diferente del resto de bienes similares. La diferencia puede deberse a la calidad, al diseño o la imagen de marca que proyecta la empresa. El coste de la diferenciación será compensado con creces por el mayor precio que el producto estándar. Es el caso de las bodegas de vinos con denominaciones de origen de prestigio. 

A corto plazo pueden comportarse como monopolísticas, usando su poder para generar mayores beneficios, pero a largo plazo, con el señuelo de las altas ganancias, entrarán en el sector otras empresas, que forzarán a comportarse de modo más cercano a la competencia perfecta. 

La mayor apertura a la competencia se produjo en España a partir de la entrada en vigor del Mercado Único Europeo, en 1993, cuando se aceleró el desarme arancelario, poniendo en funcionamiento procesos de liberalización en el transporte aéreo y de mercancías por ferrocarril, distribución de carburantes, telecomunicaciones y sector eléctrico. 

martes, 10 de noviembre de 2015

ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN

Los demógrafos indican que nos encontramos hacia el final de la etapa de transición demográfica, con un estancamiento del tamaño de la población y un aumento de la esperanza de vida, que está acelerando el envejecimiento.

La transición demográfica es un  proceso que ocurre en los países a medida que avanzan en el nivel de desarrollo: las tasas de mortalidad y de natalidad disminuyen de manera importante

La transición ha concluido en gran medida en los países desarrollados, pero prosigue en los que están en vías de desarrollo. El elevado crecimiento de la población de algunos países se debe a que han descendido las tasas de mortalidad más deprisa que las de natalidad,  señal de que la transición demográfica no ha terminado.

La longevidad, que apenas cambió hasta el siglo XVIII, está aumentando en las últimas décadas, sobre todo en el mundo desarrollado. La tasa de mortalidad en España (número de personas fallecidas por cada mil habitantes), que era de 8,60 en 1960, descendió hasta 8,46 en el año 2014,  y la esperanza de vida se ha elevado hasta los 80 años en los hombres y 86 en las mujeres. Solo Japón se sitúa por delante de España en esperanza de vida al nacer.

La disminución de la mortalidad se debió a tres factores: la mejora del nivel de vida, sobre todo de la alimentación; las medidas de salud pública, como el suministro de agua potable, alimentos sanos y drenaje de ciénagas, y el avance de los tratamientos médicos.

La natalidad también ha descendido aceleradamente en el mundo desarrollado en el último siglo, pasando de más de cinco hijos por mujer en 1964 a menos de dos en la actualidad. El índice de fecundidad  (número de hijos por mujer) en España es de 1,32. Un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo) no mantiene estable la pirámide de población.

Como una imagen del envejecimiento en España, en el siguiente gráfico tenemos la evolución de la edad media de los hombres y las mujeres. Observamos que en los últimos 17 años la edad media ha aumentado aproximadamente 3 años, es decir, algo más de 2 meses por año.


Un informe de Naciones Unidas, “Perspectivas de la Población Mundial 2015”, augura cierto descenso de habitantes en algunas zonas geográficas, que puede extenderse también a la Eurozona en el 2030.

En el caso de España,  al final de 2014, la población  era de 46,6 millones, con un descenso del 0,4% sobre el año anterior. Los extranjeros registrados suponían un 10,5%.

Una menor población puede ocasionar la reducción de la oferta laboral, la disminución del consumo y la caída de la inversión, todo lo cual llevaría a un menor Producto Interior Bruto.

Pero hay que contar con los avances tecnológicos, que  pueden llevar al aumento de la productividad, incrementando la capacidad productiva de las personas empleadas, que son las que sostienen a la población inactiva. Algunos economistas apuntan a una menor necesidad de población activa en las próximas décadas, precisamente por el incremento de la productividad y la organización basada en la tecnología.

En cualquier caso, se debe tener en cuenta que el envejecimiento de la población y el aumento del ratio de dependencia de los inactivos respecto de los empleados puede también aumentar el gasto público en pensiones, salud y dependencia.

La inmigración puede suavizar los efectos negativos del cambio demográfico en los países desarrollados, pero los flujos migratorios dependen tanto de las condiciones que concurren en las naciones de origen como de la acogida y las políticas de integración que apliquen las comunidades  receptoras. La mayoría de los inmigrantes que llegan a Europa están en edad de trabajar, por lo que, si se les facilita la integración en el mercado laboral, pueden retrasar el impacto económico del envejecimiento.


El caso alemán es significativo. Según el ministro de Economía,  el país está afrontando la llegada masiva de inmigrantes como el mayor reto desde la reunificación. Los cerca del millón de refugiados que se esperan van a suponer un coste añadido al principio, pero el ministro cree que pueden ser la clave para aumentar la población activa y mantener la sostenibilidad del sistema a medio y largo plazo, cuando se incremente notablemente la población jubilada y pensionista. 

martes, 3 de noviembre de 2015

LA CONVERGENCIA REAL EN EUROPA

Dadas las grandes diferencias que había en las variables macroeconómicas entre los países europeos en los años 1990, especialmente en cuento a inflación y déficits públicos, en el Tratado de Maastricht se establecieron algunos criterios de convergencia que tenían que cumplir los países que deseaban integrarse en la Unión Económica y Monetaria (UEM).

Los criterios que se adoptaron fueron de convergencia nominal y se referían a la estabilidad del tipo de cambio, a los tipos de interés a largo plazo, a las tasas de inflación, al déficit y a la deuda pública.

El Banco Central Europeo (BCE) se ha fijado ahora en la convergencia real, la que se mide con la renta por habitante, en términos de paridad de poder adquisitivo, entre los doce países que adoptaron el euro en los primeros años. El BCE constata la falta de convergencia, que lo atribuye al escaso crecimiento de la productividad en algunos países, a las rigideces estructurales y a la ausencia de políticas para atajar los incrementos de precios de los activos.

Recordemos que uno de los argumentos que más se utilizaron para crear el euro fue precisamente que la nueva moneda impulsaría la convergencia,  pero se reconoce que no se han conseguido corregir las diferencias de rentas medias entre los países fundadores de la Eurozona.

Sin embargo, en el conjunto de la Unión Europea (UE-28) ha habido un acercamiento en la renta por habitante en términos de paridad de poder adquisitivo. Las economías de renta más baja han crecido más rápidamente que las de renta alta.
La línea verde del gráfico representa la desviación en la renta por habitante respecto a la media del conjunto de la UE-28. Observamos que en el año 2000 la desviación estándar alcanzó los 38.000 euros y que ha ido descendiendo hasta quedar cerca de 25.000 en el año 2014.

En cambio, en los 12 países que comparten el euro desde 2001 (línea azul), con una  desigualdad mucho menor que en el conjunto de la UE-28, se ha mantenido la desviación en torno a 19.000 euros y llegó a superar los 20.000 en el año 2014. Por lo tanto, el euro no ha favorecido la convergencia, sino que ha producido una ligera divergencia.

En el siguiente gráfico presentamos el caso de España, comparando el PIB por habitante en términos nominales en relación con la UE-28

Como muestra el gráfico, el PIB per cápita se encontraba en el año 2001 al 99% de la media y fue ascendiendo hasta superar a la europea (105%), pero tras la crisis del euro de 2010, con el alto nivel de deuda y la política económica de austeridad, volvió a caer por debajo de la media europea.