martes, 29 de septiembre de 2015

EL COMERCIO ENTRE PAÍSES

Hay dos razones básicas que impulsan el comercio internacional: las diferencias entre los países y el interés por lograr economías de escala en la producción. Si un país se dedica a aquello que hace relativamente mejor en lugar de producir de todo, seguro que la mayor escala de producción hará que gane en eficiencia. La interacción de estas dos ideas es la que impulsa el comercial mundial.

El análisis de la diferencia entre países se desarrolla en la economía con el concepto de “ventaja comparativa”, que introdujo David Ricardo a principios del siglo XIX. Es un enfoque centrado en las diferencias de la productividad del trabajo, que explica cómo el comercio resulta mutuamente beneficioso para los países. Aunque el modelo de un solo factor (trabajo) es muy sencillo, puede servir para entender las bases del comercio internacional

Dado que los recursos para producir bienes y servicios son escasos,   nos enfrentamos continuamente a la necesidad de elegir o de fijar prioridades. Si queremos obtener más de unos bienes, tenemos que producir menos de otros. En economía se utiliza la expresión “coste de oportunidad” para dar a entender el sacrificio que supone cualquier elección. Así, el desembolso  monetario de  levantar un estadio de futbol no es su auténtico coste, sino que éste viene determinado por la renuncia (coste de oportunidad), por ejemplo, de ampliar con esos recursos un hospital con pabellones para unos centenares de camas.

Aplicando el concepto a dos países y dos bienes, se dice que un país tiene ventaja comparativa en un bien (X) cuando el coste de oportunidad de producirlo en términos del otro bien (Y) es inferior en ese país del  que resulta de la comparación de los dos bienes en el otro país. Si cada uno se dedica al bien en el que tiene ventaja comparativa (menor coste de oportunidad) y lo exporta al otro país, el comercio entre los dos  beneficiará a ambos, aumentando el consumo total, ya que puede acabar produciéndose mayor cantidad de ambos bienes.

Veamos un sencillo ejemplo numérico, basándonos en los datos de dos empresas representativas, una española y otra alemana, que producen los bienes X e Y. Supongamos que ambas tienen 20 trabajadores y el número de horas mensuales de actividad es de 150 en cada una, tal como se recoge en el siguiente cuadro:


Vemos en el cuadro que en Alemania, con mayor productividad del trabajo, se consigue elaborar tanto el producto X como el Y en menos tiempo que en España, por lo que los alemanes tienen ventaja absoluta. Pero esta comparación no es relevante para el comercio. Hay que razonar en términos relativos.

Comparativamente, para obtener una unidad de Y en España  basta con renunciar a 2,6 unidades de X (cociente de 8/3), y en Alemania a 3 unidades (cociente de 6/2.). El coste de oportunidad de dedicarse al producto Y es más bajo en España, por lo que se debe especializar en ese producto, dejando el X para Alemania.

Siguiendo con el ejemplo, para comprobar el efecto con mayor nitidez, supongamos que en España se dedican 10 trabajadores a cada tipo de producto y en Alemania optan por 13 para X y 7 para Y. Los cálculos del cuadro siguiente confirman que con la especialización puede llegar a obtenerse mayor producción de cada bien. El total de X aumenta de 1.475 a 1.500, y el total de Y, de 362,5 a 375 unidades.



Alemania podrá conseguir el producto Y de modo más eficiente fabricando X e intercambiándolo, que produciendo directamente en su país. Del mismo modo, España conseguirá el producto X de forma más eficiente produciendo Y e intercambiándolo por X.

Por lo tanto, según el enfoque del modelo ricardiano, dos países pueden comerciar con beneficio para ambos, aun cuando uno de ellos tenga ventaja absoluta, es decir, que sea más eficiente que el otro en la producción de todos los bienes.

El comercio permite también la especialización en la obtención de determinados productos, ganando en eficiencia al poder alcanzar economías de escala (menores costes unitarios) con la expansión de la producción

Una muestra de la utilidad de la teoría de la ventaja comparativa puede ser la emergencia económica de China. Aunque el país asiático tiene en general una productividad del trabajo muy baja en comparación con las naciones occidentales, como en algunas industrias la desventaja es menos importante, China se ha convertido en una gran potencia  productora y exportadora.

Aunque el comercio internacional puede ser beneficioso en general para los países, en el mundo real tiene efectos sobre la distribución de la renta en cada nación, dado que las ganancias del comercio se reparten muchas veces de forma muy desigual, perjudicando de modo significativo a algunos grupos, sobre todo a corto plazo.

A pesar de que los países no lleguen en la realidad al grado de especialización que apunta el modelo ricardiano, hay que reconocer que realiza dos aportaciones apoyadas por la evidencia: destacar el importante rol de las diferencias de productividad en el comercio internacional y afirmar que es la ventaja comparativa y no la absoluta la regla determinante. 

martes, 22 de septiembre de 2015

LA POSICIÓN DE INVERSIÓN INTERNACIONAL

El descenso del precio del petróleo, la depreciación del euro y la expansión monetaria del Banco Central Europeo han sido en el último año “vientos de cola” para la economía española, que han permitido un crecimiento significativo del PIB (3,1% interanual en el segundo trimestre de este año) y cierto incremento en el nivel de empleo (2,9%)

Las mejoras en la economía se ven reflejadas en la Balanza de Pagos, el documento que registra las transacciones monetarias entre un país y el resto del mundo.

Tras una década de déficits continuados en las transacciones exteriores (2000-2011), España volvió a registrar por tercer año consecutivo un saldo positivo en el año 2014, en el que alcanzó una capacidad de financiación (excedente) del 1,2% del PIB, inferior a la lograda en el año anterior (2,1% del PIB)

En el siguiente gráfico podemos observar la evolución de los saldos en la balanza conjunta de cuenta corriente y de capital:


El superavit de la balanza por cuenta corriente se redujo en el año 2014 hasta el 0,8% del PIB a causa fundamentalmente del incremento del saldo negativo de su principal componente, la balanza de bienes, en  la que las importaciones aumentaron un 5,7% y las exportaciones se quedaron en un alza del 2,5%. El excedente de la balanza de capital, que recoge las transferencias con la Unión Europea, se situó en el 0,4% del PIB.

Los movimientos de la Balanza de Pagos conforman el saldo deudor de España frente a otros países, que se mide a través de la Posición de Inversión Internacional Neta (PIIN). La deuda neta aumentó ligeramente durante el año, hasta alcanzar un volumen en torno a los 800.000 millones de euros, tal como podemos observar en el siguiente gráfico

El componente de la inversión directa del gráfico representa un movimiento de fondos de tipo duradero, como participaciones en empresas a largo plazo. En cuanto a la inversión de cartera, refleja las compras netas de acciones a corto plazo y de participaciones en fondos de inversión y en títulos de deuda.

Reducir la elevada posición negativa de la PIIN, consecuencia de los elevados déficits de las transacciones con el exterior de años anteriores, es una de las tareas con la que se enfrenta España. En el año 2014, la deuda acumulada suponía el -93,5% del PIB, en tanto que la normativa europea sitúa el límite  en el -35% del PIB. 

La mejora de la PIIN requiere tener superávit en la balanza por cuenta corriente, sostenido durante un período largo de tiempo, lo cual supone continuar ganando competitividad en los mercados internacionales.  

martes, 15 de septiembre de 2015

EL PARO DE LARGA DURACIÓN

Según la Encuesta de Población Activa (EPA), durante el segundo trimestre de este año se ha reducido el número de desempleados en España a un ritmo anualizado del 8,4%, situándose en 5,1 millones, que representa una tasa del 22,37%. 

Aunque el paro lleva siete trimestres descendiendo en España, permanece en nuestra sociedad la secuela que dejó la destrucción de empleo de los últimos años, que ha apartado a millones de personas del mercado laboral y padecen ahora las dificultades de encontrar un empleo, con cada vez más tiempo sin trabajar a sus espaldas. 

Como vemos en el gráfico, el colectivo de parados de larga duración en España, con más de un año de desempleo, está formado por más de 3,2 millones de personas, de las cuales 1,2 millones llevan más de cuatro años sin acceder a ningún empleo.

Las personas menores de 25 años y las mayores de 45 constituyen los colectivos más afectados y quienes encuentran mayores dificultades para acceder a un empleo. En el primero de los casos, por falta de experiencia laboral, y en el segundo, porque su preparación profesional ha perdido valor con la larga estancia en desempleo.

Los parados de larga duración, especialmente aquellos que llevan más de dos años en paro, constituyen el colectivo más débil en el mercado laboral. El paso de tiempo hace que se reduzcan sus posibilidades de incorporarse al empleo y, una vez cronificada su situación, son candidatos a las bolsas de exclusión social. 

La caída del sector de la construcción y la deslocalización de empresas han acabado teniendo un fuerte impacto en el mercado laboral. La renovación tecnológica y la automatización de los procesos hacen también que carezcan de validez la capacitación y la experiencia de muchos trabajadores.

El problema del paro de larga duración tiene tal dimensión que, en el mes de mayo, la Comisión Europea urgió a las autoridades españolas a tomar medidas efectivas de políticas activas de fomento de empleo. Los planteamientos suelen incidir tanto sobre la empleabilidad de los parados (formación) como sobre el incentivo a la contratación de trabajadores (subvenciones)

Los datos aportados por la OCDE, correspondientes al año 2012, indican que mientras Alemania y Francia gastaron más de 2.500 euros por desempleado en políticas activas de formación, Italia dedicó cerca de 800 y Portugal superó los 500. España no llegó a 200 euros de gasto por desempleado.

Las política activas no son sencillas de concretar y tienen elevado coste, pero los países las afrontan para evitar el riesgo de instalarse en un elevado “paro estructural”, una situación que supone la consolidación de los desajustes entre la cualificación o la localización de los que buscan empleo y la requerida por los puestos de trabajo a cubrir.

martes, 8 de septiembre de 2015

EVOLUCIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD

Se entiende por productividad al cociente entre la cantidad de producción obtenida y los recursos utilizados para conseguirla. También puede ser definida como la relación entre la producción y el tiempo utilizado. 

Podemos distinguir entre productividad laboral o por hora y productividad total de los factores (PTF). La primera mide el rendimiento en función de la cantidad de trabajo necesaria para lograr cierta producción, en tanto que la PTF recoge la eficiencia en la utilización de los factores productivos. 

Cuando la producción sube por encima de la aportación del capital (maquinaria y equipos) y de las horas de trabajo incorporadas, se da el crecimiento de la “Productividad Total de los Factores”(PTF), ligada a los procesos de innovación, que es la que provoca mejoras en el nivel de bienestar a largo plazo.

En el período expansivo de la economía española 1996-2007, la productividad por hora trabajada (productividad aparente del trabajo) creció entre un 0,3% de promedio anual en el primer período (1996-2000) y un 0,9% en el segundo (2001-2007), incrementos bastante menores de los logrados por otros países de la Eurozona, como Francia y Alemania. 

En cambio, en el período de crisis 2008-2012 la productividad por hora trabajada creció en España a un promedio de 1,9% anual, superando claramente a la media europea, como consecuencia de la gran destrucción de empleo que ocasionó la crisis. 

Se da, por tanto, un comportamiento anti-cíclico en la economía española: la productividad cae cuando crece el PIB y aumenta en las recesiones. 

Este comportamiento quizás tenga su origen en la situación del mercado de trabajo, que permite realizar ajustes con la facilidad que dan los contratos temporales. En las expansiones se contrata trabajo temporal, de baja productividad, lo que lleva a reducir la productividad media, y en las recesiones se despide, con lo que la productividad media de la plantilla sube.

En otros países europeos no se destruye tanto empleo cuando llega la recesión. La bajada de la producción da lugar a la caída de la productividad y en época de expansión crece como consecuencia del aumento de la producción.

En el siguiente gráfico tenemos la evolución de la PTF, que elabora el Banco de España, correspondiente al período 1995 (índice 100) y el año 2013:


Podemos comprobar que, en el período de 18 años, la PTF cayó en España en un 1,4%, equivalente a una media anual del -0,08%. Los tres últimos años apuntan a una ligera tendencia de mejora anual, en torno al 0,5%. 

Por lo tanto, la economía española ha crecido por las inversiones realizadas y el aumento de las horas de trabajo, sin apoyarse en los componentes de la PTF, tales como el cambio tecnológico, la mejora del potencial humano o la calidad de las organizaciones, salvo débilmente en los últimos años. 

Una de las razones para el estancamiento de la eficiencia o PTF ha sido el descenso en los años recientes de la inversión en maquinaria y equipamientos en los sectores exportadores, más avanzados en productividad que las actividades de vivienda y de construcción, que predominaron en la economía española en los años del auge económico.

martes, 1 de septiembre de 2015

EL CRECIMIENTO POTENCIAL

La economía de un país suele funcionar a diversos niveles. A veces puede llegar a operar por encima de su capacidad normal, provocando presiones inflacionistas y elevando el déficit exterior del país. En otras ocasiones se desenvuelve por debajo de su posibilidad productiva, lo cual empeora la tasa de desempleo.

Cuando la producción se sitúa en el nivel de lo que puede conseguir de forma sostenible,  al producto resultante se le denomina Producto Interior Bruto (PIB) potencial. Es el nivel compatible con una inflación subyacente (IPC sin alimentos perecederos ni productos energéticos) estable en torno  al fijado como objetivo y con una cifra de  desempleo cercana a su nivel estructural o de largo plazo.

La capacidad productiva sostenible viene determinada por el grado de utilización del capital físico y humano, así como por la eficiencia o productividad total de los factores.

El PIB potencial suele mantener una tendencia ascendente, debido tanto a la acumulación de los factores productivos como a la incorporación de nuevas tecnologías, y desciende en las recesiones profundas, como la reciente crisis financiera, a causa del menor uso del capital físico y de la reducción de la población ocupada.

En el siguiente gráfico, recogido de un informe de “La Caixa”, podemos ver la relación habitual entre el PIB potencial y el PIB real o registrado a lo largo de las cuatro fases de un ciclo económico.


La diferencia entre el volumen registrado y el potencial se denomina  “brecha del PIB”. 

Las cifras de utilización de la capacidad productiva suelen oscilar, como promedios, entre un 70% en las fases recesivas y el 90% en las de expansión. Un caso evidente de utilización por encima de la capacidad normal sería un período bélico, cuando el país se moviliza para la guerra.

Según el Fondo Monetario Internacional, España tiene un problema de crecimiento potencial del PIB. La tasa de incremento se situaba en el 3%, pero descendió al 0,75% desde el comienzo de la crisis financiera, debido a la caída de la inversión y al aumento del paro estructural.


En su previsión para el próximo quinquenio, los analistas internacionales sitúan el potencial de crecimiento español en torno al 1,5% anual y establecen el paro estructural en el 16%. Cualquier mejora de la tasa de crecimiento requerirá reformas estructurales que permitan elevar el nivel de productividad de las empresas.