martes, 13 de mayo de 2014

INCENTIVOS Y DESIGUALDAD


En el análisis económico se le reconoce al mercado en competencia como el mejor sistema de asignación de recursos, aun admitiendo sus defectos y limitaciones. La economía de mercado funciona cuando los individuos y las empresas cuentan con suficiente información y tienen incentivos para tomar decisiones. Los precios, los beneficios y los derechos de propiedad son los que proporcionan información e incentivos para actuar.

El precio elevado de un producto, por ejemplo,  indica a los compradores la escasez y  la conveniencia de reducir su consumo,  al tiempo que muestra a las empresas la valoración del bien por parte de los consumidores. Al responder las empresas produciéndolo de forma eficiente, aumentan sus beneficios.  Por lo tanto,  los precios aportan a los productores y a los consumidores la información que precisan para tomar decisiones racionales.

Para que los mercados funcionen razonablemente bien es necesario que exista cierta regulación, de tal manera que todos tengan acceso a los mismos en igualdad de condiciones y los precios reflejen la voluntad del colectivo interesado  y no las preferencias de unos pocos. Significa que tienen que haber numerosos compradores y vendedores, ausencia de barreras de entrada, información adecuada y  bienes homogéneos. La ausencia de una o varias de esas condiciones da lugar a la “competencia imperfecta”.

La búsqueda del beneficio  tiende a funcionar cuando a las empresas se les reconoce la posibilidad de quedarse con una parte del excedente que generan. Igualmente, las familias han de poder retener también una parte de sus ingresos. La propiedad privada que consiguen tanto las familias como las empresas tiene el derecho de ser utilizada por los titulares del modo que crean conveniente,  incluido el derecho a venderla,  siempre en el marco establecido por las normas en vigor. Los beneficios que se consiguen si se toman las decisiones correctas,  o las pérdidas, si son equivocadas, dan incentivos para gestionar eficazmente las propiedades

Pero los incentivos que necesita para funcionar la economía de mercado tienen un coste: la desigualdad. Cuando el incentivo se relaciona con el rendimiento, como éste varía con las capacidades de los individuos y otras circunstancias, inevitablemente van a aflorar desigualdades entre las personas. Una sociedad con más incentivos probablemente logre mayor crecimiento económico, pero también será menos equitativa. El sistema impositivo tendrá que recaudar impuestos de los que más renta obtengan para dedicarlos a programas que tiendan a  reducir la desigualdad.

En el siguiente gráfico tenemos el porcentaje de fiscalidad sobre el PIB de España, en comparación con nuestros socios europeos, que evidencia la necesidad de una reforma que, además de asegurar eficiencia y equidad,  aumente la capacidad recaudatoria:

La propuesta de reforma fiscal que se ha presentado recientemente ha sido elaborada por una comisión de expertos, presidida por Manuel Lagares. El documento apuesta por reducir los impuestos directos (IRPF y Sociedades), subir los indirectos (IVA e impuestos especiales) y rebajar el gravamen al ahorro.

Según los expertos que han redactado la propuesta al Gobierno, son medidas que impulsarán la economía en su conjunto y generarán empleo. Sin embargo, los efectos sobre los colectivos van a ser muy diferentes.

Las rentas bajas perderán poder adquisitivo porque no van a beneficiarse de la rebaja del IRPF y sufrirán los efectos de la reclasificación del IVA (incremento del 10% al 21% en muchos productos)

Las rentas medias se beneficiarán de la rebaja de tipos en el IRPF, pero les afectará negativamente la imputación como renta en el IRPF de la vivienda habitual en propiedad. En cuanto a las rentas altas, saldrán ganando por la mayor rebaja en el IRPF y también por la menor fiscalidad del ahorro (tipo único del 20%)

La reforma que la comisión de expertos propone al Gobierno no parece que se oriente hacia la corrección de las desigualdades. Como las rentas bajas tienen que dedicar la mayor parte de sus ingresos al consumo, las que se verán beneficiadas por la nueva fiscalidad serán las rentas altas, aquellas que tienen mayor capacidad de ahorro.

martes, 6 de mayo de 2014

INVERSIÓN EXTERIOR DIRECTA


La inversión exterior directa (IED) es el conjunto de operaciones entre un inversor de largo plazo y una empresa residente en otro país, en las que se adquiera más del 10% del capital social.

La finalidad que se persigue es lograr posiciones en el mercado internacional para fortalecer la competitividad, haciéndose con  activos estratégicos y diversificando las producciones. Los inversores suelen tratar también de soslayar los efectos de las crisis en el propio país.

Aunque la crisis ha supuesto un freno para el progreso de la IED, en los últimos 10 años se ha multiplicado por cuatro el total de las inversiones  directas en otros países y el volumen ha alcanzado el equivalente a la tercera parte del PIB mundial.

Como receptor de inversión extranjera, España absorbe un 9% del total de la Unión Europea (UE), una proporción mayor que la que el país supone en el espacio europeo. En cuanto a la inversión directa en el exterior, ha ido aumentando su participación hasta alcanzar el 7% de la UE, lo cual supone posicionarse en el sexto lugar en Europa.

Los principales sectores receptores de IED en España son los servicios (40,5%), manufacturas (33,5%) y energía y agua (20,7%).


Observamos la importancia que ha ido adquiriendo la IED de España en América Latina, que ayuda a equilibrar la posición deudora respecto a los socios europeos. En conjunto, España tiene  un equilibrio entre activos y pasivos con el exterior.

La IED contribuye a la formación bruta de capital  y favorece la introducción de nuevas tecnologías. Todo ello redunda en beneficio de la diversificación empresarial y el crecimiento económico.