martes, 7 de enero de 2014

EL CONSUMO EN LA CRISIS

Desde el comienzo de la crisis, la parte de la renta disponible familiar dedicada al consumo de los bienes básicos (alimentos, entre otros) ha ganado importancia en el conjunto del gasto, debido al aumento de los precios que ha propiciado sobre todo la mayor carga de impuestos y la subida de algunas tarifas reguladas.

Como consecuencia, la parte de los bienes duraderos de consumo, tales como lavadoras, frigoríficos y demás utensilios del hogar, se ha reducido desde cerca del 10% hace una década al 6% actual. Ha influido también en este notable descenso el endurecimiento de las condiciones de financiación.

En el siguiente gráfico podemos observar la evolución del consumo total de los hogares, en continuado descenso desde el tercer trimestre de  2010:
La línea azul representa, en porcentajes interanuales, los efectos de la segunda recesión de la actual crisis sobre el consumo familiar. Al descenso en el tercer trimestre de 2010, siguen pronunciadas caídas trimestrales hasta el primer trimestre de 2013. El ritmo de  disminución del consumo va cayendo, hasta que en el tercer trimestre (columna roja) se produce el primer aumento.

Dada la importancia del consumo familiar, que representa en España en torno al 60%, vamos a analizar el comportamiento de los bienes de consumo no duraderos y de los servicios, ya que los bienes duraderos son en gran parte una especie de inversión, aunque la contabilidad nacional los considera como consumo

En una primera aproximación, el análisis económico relaciona el consumo de los hogares con la renta disponible. Se supone que el consumo de un año y los ingresos de las familias de ese mismo año evolucionaban a la vez, sin distinguir entre variaciones temporales y permanentes de la renta.

El cociente entre el consumo y la renta se denomina propensión a consumir y como las opciones son únicamente gastar o ahorrar, si la familias consumieron el 91,8% de su renta disponible en el año 2012, es que dedicaron al ahorro el resto, el 8,2% (propensión a ahorrar).

El análisis económico moderno hace hincapié en las decisiones que se toman teniendo en cuenta los ingresos que se prevén a lo largo de toda la vida. El consumo y el ahorro se basan en la renta permanente, que es el consumo que podría mantener una persona durante toda su vida con el nivel actual de riqueza y la renta que percibirá en adelante.

Ante cualquier aumento de renta, el consumidor trata de averiguar si es temporal o permanente. Si lo considera permanente, puede dedicarla al consumo en su totalidad. En cambio, si es temporal,  apenas va a influir en el consumo, puesto que, para mantenerlo constante, debe repartirlo entre los años futuros. En consecuencia, la propensión al consumo del incremento  será muy baja. Cualquier aumento transitorio o temporal se dedicará a ahorro.

En algunas ocasiones la decisión de consumir no responde al razonamiento de la renta permanente, debido a  la restricción de liquidez. Sucede cuando se prevé un continuado aumento de rentas pero, al ser futuras,  no se dispone de recursos líquidos o de acceso a un préstamo para convertirlas hoy en consumo. Es el caso de los jóvenes que acceden al primer empleo. Deberían consumir según la renta esperada a lo largo de toda su vida, que irá en ascenso, lo cual supondría gastar hoy más de lo que ganan, pero únicamente podrán hacerlo si consiguen acceder a préstamos.

Una aplicación de la teoría de la renta permanente a la política tributaria es el caso de la subida temporal de impuestos en EE.UU. en 1968 para contrarrestar el exceso de gasto que ocasionó la guerra de Vietnam. Como la subida era para un solo año, no tuvo ningún efecto. Al ser temporal la caída de la renta disponible, las familias continuaron realizando prácticamente el mismo nivel de consumo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario