martes, 23 de julio de 2013

EXPORTACIONES Y CRECIMIENTO


El Producto Interior Bruto de un país (PIB), en términos de demanda, está compuesto por el consumo y la inversión privados, el gasto público y las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones)

Dados los déficits de la balanza por cuenta corriente española de la década anterior a la crisis, el crecimiento  vino del aumento del consumo y de la inversión privada, vinculados con el sector inmobiliario. Pero cuando pinchó la burbuja cayó la demanda interna y comenzó la recesión actual,  acompañada del proceso de ajuste.

El gasto interno es muy débil, puesto que tanto las familias como las empresas, los bancos y el Estado tratan de reducir su volumen de deuda. La recesión sólo puede detenerse por la vía de las exportaciones. ¿Tienen capacidad competitiva en el exterior las empresas españolas?

 El comercio exterior de las dos décadas anteriores nos indica que,  desde 1990 a 2010, las exportaciones españolas se multiplicaron por 4,5 y crecieron un 50% más que las alemanas. Es evidente que se cuenta con empresas capaces de desarrollar proyectos competitivos en el mercado internacional.

España  ha sido el país de la Eurozona donde más han crecido las exportaciones desde 2008. La depreciación del euro, que ha caído un 10% respecto del dólar a partir de febrero de 2013, ha favorecido la capacidad competitiva fuera de la Eurozona.
Podemos ver en el siguiente gráfico el incremento de exportaciones en el año 2013. La caída de las importaciones es consecuencia del descenso de la demanda interna.

Para que se dé el círculo virtuoso entre exportaciones y crecimiento, el sector exterior debe arrastrar la expansión del mercado interno. El proceso será lento y no faltarán dificultades. Parece necesario, por tanto,  trasvasar empleos del sector interno al internacional, mejorando la eficiencia.

Este planteamiento responde a una corriente de pensamiento en el análisis económico según la cual la capacidad de exportar es la que impulsa la inversión privada y la creación de empleo. Alemania y Japón, entre otros, adoptaron este modelo en los años sesenta y ahora el FMI, la Comisión Europea y el BCE quieren impulsarlo en los países periféricos europeos aprovechando la crisis.

Bajo este modelo, basado en la teoría de las ventajas comparativas, los países se especializan en aquellos productos que mejor saben hacer respecto de otras naciones.

No faltan críticas al modelo. Se argumenta que los países que se especializan en bienes básicos (materia prima, textiles) se encuentran con precios muy bajos porque tienen muchos competidores, en tanto que los países con producciones de alto valor añadido (tecnológicas) consiguen altos precios y el intercambio empobrece a los primeros a lo largo del tiempo.

El modelo lleva también al empobrecimiento del vecino, porque habitualmente se apoya en la reducción de los salarios para ser más competitivos, lo cual acaba disminuyendo la renta de las familias y provoca la aparición de crisis de demanda.

Hay que reconocer que, aun contando con las exportaciones para tratar de detener la recesión, las empresas tendrán que invertir para que se llegue a crear empleo y será preciso también que aumente el consumo de las familias, superando el pesimismo que se ha instalado en la sociedad.

 

 

 

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