martes, 26 de marzo de 2013

CAÍDA DEL CONSUMO FAMILIAR


En una  entrada anterior analizamos el elevado endeudamiento privado en España, lo que anticipa que la demanda interna va a seguir a niveles muy bajos.

Con los datos que aporta la Contabilidad Nacional del cuarto trimestre de 2012 podemos confirmar que el consumo familiar y la inversión privada acentuaron el ritmo de caída
En el gráfico podemos observar el descenso del consumo de los hogares (línea azul) y, aún más pronunciada, la de la inversión privada (línea verde), en el año 2012.

El endeudamiento moderado, asumible, mejora el bienestar de las familias y ayuda a las empresas a consolidar procesos de crecimiento, pero el sobreendeudamiento, como todos los excesos, resulta contraproducente, porque puede arruinar familias  y provocar  insolvencias en las empresas.

La importancia del endeudamiento privado es quizás mayor en esta crisis, porque no se están dando actuaciones compensatorias del sector público español que alivien la situación, debido a que la política monetaria está en manos del BCE y la deuda pública española alcanza niveles cercanos al 90% del PIB

La consecuencia inmediata e inquietante es el descenso del consumo familiar. Una combinación de menor renta disponible, desconfianza en el futuro y temor al desempleo hace que caiga el consumo de los hogares.  

La opinión de algunos economistas es que el nivel de endeudamiento va a tener que ser inferior al del comienzo de la crisis. La cuestión estriba en los años que llevará reducirla hasta una cifra tolerable.

Es preciso recordar que el endeudamiento de la economía refleja los desequilibrios de la balanza por cuenta corriente a lo largo del tiempo y mide por ello el ahorro exterior recibido en préstamo. Para devolverlo, al menos en parte, el único camino es el de obtener excedentes en dicha balanza.

Si se estima que las familias van a tener que reducir su deuda hasta situarse a los niveles de comienzos de la década pasada, al ritmo de devolución de deuda en los dos últimos años, un 3,5% anual, y con el producto del país prácticamente estancado, se va a tardar más de 8 años en situarse la deuda a un nivel tolerable.
Según el Banco de España, la deuda de las familias, que se duplicó entre los años 2003 y 2010,  descendió un 3,6% en 2012, hasta 834.290 millones de euros, frente a los 870.960 millones al cierre de 2011, con lo que el endeudamiento se sitúa en niveles cercanos a 2007, previos a la crisis.

Estamos en una fase de menor consumo familiar, una espiral recesiva que mantendrá débil la demanda interna durante largo tiempo y que seguirá golpeando con fuerza a las empresas, sobre todo a los sectores de bienes de consumo duradero y de servicios. 

martes, 19 de marzo de 2013

EL BALANCE DE UNA ENTIDAD BANCARIA


Como comentábamos en la entrada anterior (26-02-2013), las entidades bancarias son instituciones financieras que tienen la capacidad de crear dinero, pero únicamente bancario. Los billetes y monedas, únicos medios de pago de curso legal, son competencia exclusiva del Banco Central.   

La actividad de las entidades financieras bancarias (bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito) es la intermediación financiera, que supone captar depósitos, crear dinero  y prestarlo a las empresas, las familias y el Estado

Los recursos captados son de tres tipos: depósitos a la vista, que el cliente puede retirar en cualquier momento a través de cheques; depósitos a plazo, que tienen un período de permanencia establecido por contrato, y depósito de ahorro, que se sustentan en cartillas.

Los bancos llevan a cabo la inversión de los recursos captados a través de la concesión de préstamos o créditos al consumo, créditos hipotecarios para la compra de viviendas y  préstamos a las empresas para que puedan financiar la producción futura.

El negocio bancario se basa en la diferencia de tipo de interés entre el que perciben por los préstamos que conceden y el que pagan a los depósitos de los ahorradores, más las comisiones por el servicio prestado.  

Analizando un típico balance simplificado podemos concretar los rasgos que caracterizan a la economía de un banco.
Como en todas las empresas, el balance de un banco está formado  por  el Activo, que recoge los bienes y derechos de la entidad;  el Pasivo,  en el que se incluyen las deudas con el Banco Central y otros intermediarios financieros, y el Patrimonio, con los recursos de los socios de la entidad.   

La diferencia principal con otras entidades es el apartado de los depósitos de los clientes, que están en el pasivo porque representan los ahorros que tienen derecho a recuperar en los plazos establecidos en los contratos.

Las reservas de liquidez del activo son los fondos que el banco tiene que mantener en forma líquida para cumplir con el encaje o coeficiente de caja, a fin  de poder atender las demandas de los ahorradores que piden recuperar sus depósitos.

Los activos rentables son las inversiones que corresponden a la   intermediación financiera: préstamos y créditos concedidos a la clientela a partir de los depósitos de los ahorradores, los recursos propios y la financiación captada en los mercados. Se trata del típico negocio bancario y es donde las entidades obtienen la rentabilidad principal.

El patrimonio pertenece a los socios de la entidad. Recoge los  fondos aportados por los socios y las reservas. Estas últimas provienen de los resultados obtenidos y que han sido retenidos por la entidad.

Otras cuentas activas son similares a las del resto de las empresas, tales como el inmovilizado (maquinaria, inmuebles y equipos informáticos) y otras derivadas de la gestión, de menor importancia.

El riesgo inherente al negocio bancario es la falta de liquidez, que puede impedir en un momento determinado realizar los pagos comprometidos, debido a que la mayor parte del pasivo bancario está en forma de depósitos exigibles casi inmediatamente, mientras que los activos se encuentran materializados en préstamos con distintos plazos de vencimientos y las reservas de liquidez son una parte muy pequeña de los depósitos.

Se está intentando avanzar en materia de regulación financiera, en el marco de los acuerdos de Basilea III, para conseguir un sistema bancario con más capital y de mejor calidad (menor exigibilidad), a la vez que se afrontan los problemas de la liquidez y la estructura de la financiación, aspectos que durante la crisis se han manifestado como importantes flancos débiles de las entidades financieras.